Un enfoque centrado en las personas es clave para generar transformaciones reales
Empecemos con algunos datos. Sí, son muy conocidos, pero detengámonos a pensarlos un momento:
- Según la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación (UNCCD), el 70% de la tierra en el mundo está degradada, afectando a unos 3.200 millones de personas, especialmente en zonas áridas y semiáridas.
- En 2019, la FAO informó que desde 1900, se ha perdido el 75% de la diversidad genética de los cultivos agrícolas debido al cambio climático y las prácticas agrícolas insostenibles.
Estos números nos pueden ayudar a tomar conciencia, pero no podemos esperar que sean ellos quienes impulsen el cambio. Por sí solos, los datos no nos conectan con las personas detrás de esas cifras.
No podemos enfrentar estos problemas simplemente imaginándolos. Las estadísticas no nos permiten conectar con los seres humanos que están detrás de ellas. Lo que necesitamos es traducir esos números en situaciones concretas y acciones posibles.
¿Cómo podemos asegurarnos de que las soluciones que se desarrollan en entornos institucionales, técnicos o científicos realmente beneficien a todos los involucrados en los sistemas alimentarios? ¿Cómo pueden estas soluciones generar oportunidades que impacten positivamente en lo social, cultural y económico?
La clave está en poner a las personas en el centro.
La innovación agrícola no puede implementarse como si fuera un nuevo teléfono móvil. Las personas deben ser escuchadas primero y reconocidas como parte de una comunidad que está intentando transformar su sistema de producción y, por ende, su estilo de vida. Desde su concepción, la innovación debe basarse en una plataforma donde el diálogo sea fundamental.
Esto debería ser algo evidente, parte de la práctica científica diaria. Pero no siempre es así. Existen muchos casos en los que la ciencia trabaja en soluciones y herramientas innovadoras sin involucrar a quienes las van a usar. La desconexión entre los científicos y las comunidades que necesitan esas soluciones es algo muy común. Sin embargo, este vínculo es esencial para que la investigación se convierta en acción, sobre todo en temas de gestión ambiental.
Para lograrlo, hay principios fundamentales que guían el camino hacia el cambio:
El cambio no sucede en solitario. Se da cuando las personas, a lo largo de toda la cadena de valor, se involucran en diálogos significativos, y es la clave para conectar lo que sabemos con lo que realmente podemos hacer.